sábado, 26 de febrero de 2011

De claqueta en claqueta.



Ni pienses que voy dejar pasar la ocasión de comentar el mejor cine de este último año pasado 2010, claro que como el afamado Jack, lo haremos por partes. Sin tener mucho en cuenta la pasada gala de los Globos de oro, y la aún más cercana nominación a los Oscar, lo haré únicamente desde la perspectiva de este cinéfilo simplón. Llega la época que tanto nos mola para el séptimo arte, y no sólo por la entrega de unos premios otorgados a la ligera e interés, sino a la cantidad de competencia surgida en el mes del cine por antonomasia.

Y empezaremos como se debe, por el origen, no haremos ningún tipo de salto en la gramática acordada, ni tampoco voy a haceros una incepción en vuestras lúcidas mentes.

Nolan muestra una vez lo fácil que es provocar el funcionamiento de las neuronas, incluso en la juventud pasiva. No he visto tantas cabezas pensantes y entregadas a tal causa como aquella vez una vez terminado el filme en la misma sala. Y claro, todo está más claro cuando un colega va y te dice "oye, por qué la furgoneta tarda tanto en caer al agua" Entonces tienes que ir a socorrerlo, y digas lo que le digas te va a creer, puesto que el chaval no se ha enterado de nada. Muchas teorías, unas claras y otras menos, aunque por ello no menos ciertas. La verdad que el largo da cabida a un sin fin de finales (vivan las redundancias) En mi opiniónnn, como diría el protagonista Boris de "Si la cosa funciona" interpretado por el carismático Larry David, Inception es un filme que no requiere comprensión, no hace falta ni la tiene. No compone una serie de lazos que debes resolver, como sí pasa con el cine de Lynch y de Buñuel. Nolan nos transporta a un mundo contemporáneo del que hay que disfrutar con los cinco sentidos. En el momento en que preguntes un por qué todo se te irá de las manos, y despertarás del sueño inmerso que Dicaprio nos muestra con una suave maestría. La sobre explicación de la que muchos críticos hablan, no es más que un recurso que el director nos aporta para nuestra participación personal en cada uno de sus movimientos. Inception es un truco, maravillosamente ejecutado, que se ve como algo que no tiene igual. Es magia. Es una ilusión, algo que nunca hemos visto: una nueva sensación, la experiencia más superlativa que ha dado el cine comercial en Dios, sí, cuanto tiempo. Es un salto sin red hacia la exploración del ser humano en su forma más pura, es un thriller futurista en el que no falta de nada, cuyo único exceso es su propia ambición. Nolan es un mago, y como tal no quiero que me revele sus secretos.


Continuamos con el señor Dicaprio, que por cierto tiene una cantidad curiosa de proyectos, la mayoría con Martin Scorsese como la consiguiente. Quizás ahora trate el largometraje más incomprendido de estos últimos años, y posiblemente también, una película de las más infravaloradas que he visto recientemente. Os hablo de Shutter Island. De nuevo es llevada a la gran pantalla una novela de Dennis Lehane, del cual no citaré ya sus conocidísmas inspiraciones para algún que otro director. Scorsese nos presenta su película más tramposa, seguramente la mayor lección de cine controvertido y misterioso que nunca le haya visto. Shutter Island es brillante, aterra desde el inicio, aunque no deben confundir esto con una peli de miedo. Desde el primer momento quedas atrapado por el guión, absorvente como pocos vi, y sorprendente a raudales. La atmósfera se va enegreciendo con el paso de los minutos, y tú no das fe a lo que allí está sucediendo. Te retuerces en la butaca, te pica la espalda, y te incomoda tal sensación de locura que poco a poco te va invadiendo. Es un entresijo de falacias que me apasionan, y al que no le guste tal forma de hacer cine, que ni se atreva a visionarla y siga con las hostias que reparte Seagal en sus años mozos. Con unas interpretaciones realmente notables, especialmente por parte de los secundarios (Jackie Earle Haley, Michelle Williams, Ben Kingsley, síiii, el judío de la Lista de Spielberg) y sobrias de Dicaprio y Ruffalo, cuyas conversaciones son de elogiar. Cuidado, Shutter Island te embauca, te engaña… y, al loro... te vuelve loco.

"-Volviendo a lo de tu compañero..."
"-¿Qué compañero?".


Dejaremos atrás el cine de intriga por un momento para embarcarnos en una de animación, no se me despisten ni un pelo.

Se cerró una trilogía, esta vez la visionaría de diferente forma a sus predecesoras, porque como Andy yo también dejé de ser un niño que juega con sus muñecos. ¿Qué nos regalarán esta vez señores de Pixar? Tengan en cuenta que tienen una misión muy complicada, sobre todo después de las recientes Walli-e y Up, será extraño sorprenderme… Qué está pasando aquí, me la han vuelto a pegar, ¿cómo lo consiguen?
Fui a ver la película sin ir acompañado de un menor, daba igual, porque la cuestión en realidad es que era yo al que habían llevado al cine. Y nunca experimenté tanta vinculación semejante. Contemplé como los personajes habían madurado a la par que yo. Hacía tanto tiempo que no nos mirábamos mi querido vaquero, que ya te había dado por imposible, es más, no esperaba que tú y yo nos volviéramos a reencontrar, y menos después de tantos años. Si ya hace esos algunos canturreé esa canción del amigo, y miraba a Buzz como un loco que se creía astronauta de verdad; Más tarde no soporté a Alf, el de los almacenes, y cabalgué con el inquieto Perdigón, deseando que volvieras a casa con ese brazo en su sitio; Ahora, no puedo imaginarme a los guionistas de esta última entrega de otra manera que no sea bajo el titular: “Nunca dejaron de ser niños” Y qué razón tenían. Y como tal, ahora entraron personajes más acordes a nuestra mayor visión: El Oso, El Bebote; El mágico Payaso triste con esa voz tan cautivadora. Unos juguetes inertes estaban atravesando mi bastardo corazón a base de bien, ese final provocó un hervidero en mis ojos a punto de estallar. Lo más curioso de todo esto fue que al finalizar el largo, miré a mí alrededor y no era el único ni mucho menos, aparte de esos niños que fueron con sus padres, por otro lado estábamos esa generación de los 80 y 90 que durante 103 minutos fuimos los más felices del mundo divirtiéndonos con nuestros juguetes.

Ya queda respondida de sobra la pregunta que el filme plantea en un momento clave, “Me pregunto si alguien hablará de nosotros cuando hayamos muerto” Gracias.


Jamás se me hubiera pasado por la chola que este director predilecto sea el responsable de una de las tramas más actuales y desconocidas hasta ahora, sobre todo por el tema que trata. Aquí no hay ambientes de desasosiego ni sombríos, ciudades sin nombres, casos que nunca acaban, malos temporales, y ni tan siquiera aparece Brad Pitt, tampoco algún otro actor consagrado. He de reconocer que la historia no me atraía mucho, será porque no tengo una de esas mentes privilegiadas para entender el ciberespacio. Pero The Social Network va más allá.

David Fincher nos desmiembra el mundo de Facebook, y falta que hacía, la verdad sea dicha, por lo que tomaremos a este filme como necesario. Si hemos percibido muchos largos de este director donde el ambiente emocional sobresale de manera estrepitosa, y fluye de manera incontrolada. Aquí no espera encontrarla, no existe el melodrama. Y me parece toda una osadía situarla en el mismo peldaño que Seven y el Club de la Lucha. No tildo a La Red Social como una obra maestra.
Lo primero que me llama la atención de la historia de Zuckerberg es la gran falta de compañerismo. Parece que la mayoría de esos alumnos de Harvard son una mancha de cabrones sin escrúpulo alguno, capaz de vender a su propia madre si con ello rozan el éxito y la popularidad. Sin embargo no hace falta derretir en exceso su gélida superficie, para intuir que ésta alberga una brutal disección social de los nuevos amos del mundo, ya sea el alumnado de Harvard, o los empresarios estrella de las puntocom, y su implacable amoralidad en el camino al éxito, entendido aquí como reconocimiento global y voluntad de trascender más que como autorrealización. Pero parece que al final ni con esas uno se salva, puesto que la gente sólo recordará al producto y no al creador. Al final serás olvidado. Pero una cosa son los bienes materiales, los aprehensibles obtenidos, y otra lo que se siente cuando lejos del mundanal ruido, incluso desde la cima del éxito, uno se queda sólo, y se percata de que en su camino a la gloria ha dejado atrás la felicidad.
Me sorprendieron los dos protagonistas ex colegas para bien, tienen un futuro asegurado, por lo menos a corto o medio plazo. De Justin no diré nada, bueno sí, que no me mola aunque mejore ostensiblemente su actuación. Y por último comentar que visioné con diferencia la película más rítmica de Fincher, yo soy un amante de su cine de siempre opaco y pausado, pero la verdad que de vez en cuando una modificación radical de tu realizar se agradece (véase a Lynch en Una Historia Verdadera, por ejemplo) Si bien todo ese compás está multiplicado por esa banda sonora magistral y electrónica.


Y cierro esta primera parte de cine con, ¿la mejor?, el "filmaffinity" de Tom Hooper.

Nos transportamos ahora mismo a esa sala amplia, resquebrajada, de colores metalizados, con una pared descolchada y un fondo destartalado, ¿ya saben a dónde vamos? Y es todos deberíamos ir a clase de ese insolente terapeuta y experto del habla que se hace llamar Lionel Logue. Dicen que el guión no es del todo verídico, que muchas anécdotas se extrajeron de los diarios del logopeda aportados por su nieto, pero que otras tantas han sido inventadas. La verdad es que no me importa lo más mínimo, el encantamiento de este film va más allá, y las conversaciones entre Bertie y Lionel a solas son encomiables, grandiosas, sublimes... Es cine.
Los 118 minutos de metraje son ágiles, donde el lenguaje cinematográfico se convierte en una de las grandes virtudes del filme. El mismo metraje destila veracidad, es decir, destila realidad y verdad, consigue atrapar al espectador de una forma casi inesperada. La empatía del espectador y el Duque de York, por otra parte, se hace imprescindible. Esto es, la mirada del espectador sufre, se agobia, ríe y se congracia con un hombre cuyo destino ha querido que sea rey, pero que no deja de ser un hombre. Esas contradicciones entre el envoltorio que persigue a la vida de un miembro de la realeza y él mismo como persona, igual que cualquier otro de su especie, se observan en la película de forma cristalina. Aparte de las actuación inmensa de Colin Firth como Jorge VI, así como las sobrias de Michael Gambon y Guy Pearce, y la encantadora Helena Bonham Carter como Reina Madre, personalmente me quedo con la de Geoffrey Rush en el papel de Lionel, el cual fue la primera cabeza pensante y principal precursor de que este largo saliera a la luz, recuperó esos antiguos diarios del logopeda. Por lo visto, la historia entusiasmaba al actor, cuyo personaje preparó con maestría, y su devoción se percibe en cada una de las escenas en las que aparece, pocas veces visioné tanto amor por un papel, como quien habla del amor al arte.

Cuando la ficción te atrapa y consigue que lo que se mira sea verdad, cuando la ficción se convierte en realidad, una realidad que se esfuma en el momento en que la pantalla funde a negro, se hace el milagro. Es el gran milagro del cine, y en el Discurso del Rey se produce tal hecho.