lunes, 5 de abril de 2010

ADIÓS PEQUEÑA, ADIÓS... D.E.P.

...Y entonces le dije: Sería adecuado que intentara contarte una bella historia. Venía aquella noche del fango y los charcos mal olientes de la ciudad muda, la gran vorágine me arrastró a sus adentros y luego desechó mi cadáver…

Yo no pretendía sacar un fusil y ponerlo contra su pecho, descargarlo, soltar su cuerpo a la deriva, yo solo pretendía descansar y probar minúsculos bocados de muerte en cada suspiro, cada palabra disfrazada de ternura tornaba la tormenta más y más violenta e incontrolable, infelices textos jamás escritos por falta de tinta fresca, insuficiente templanza para acertar el golpe…, y después la huida.

Cada tarde contaba los minutos, los segundos, y milésimas, esperando que el tiempo fuera benévolo y avanzara mas rápido. Al llegar a casa arrastrando el cadáver, sólo quería dormir y acariciar su nuca, ella se marchó y olvidó su cuerpo, tendido en el sofá, inerte, mudo, frío, sin luz, sin mí. Yo nunca pretendí apuntar contra su corazón y extirpar su alma, ella nunca quiso marcharse, tanto es así que me dejó su carne en promesa de su vuelta. No hay tinta, me sobra tiempo, ahora sostengo conversaciones sórdidas con el silencio y trato de no decaer, por si se le ocurre regresar. Escribo una y otra vez sobre su piel marchita, en descomposición y mal oliente, como el charco de agua putrefacta en el que caí aquella noche.

Es tiempo que no consigo conciliar el descanso corporal. Es tiempo que deja de pasar el tiempo y todo se vuelve contra la sombra que proyecta un perchero roído y apolillado por los días sin su abrigo. Hoy cumplo más penitencias que cuando era creyente, hoy camino descalzo sobre brazas gélidas convertidas en cristales rotos, filosos y con hambre de sinónimos de piel y huesos, un denso humo sigue mi camino, mis pulmones comienzan a odiarme y mi sistema inmunológico se queja de las limitadas raciones de cuidado que le proporciono.

El hombre de la otra ventana me ve descolocado de la realidad, y el hombre del espejo me invita a salir corriendo. Aquella noche yo solo quería dormir, y ella se llevo mis ganas, se llevo mi alma y me dejó un cadáver al lado del suyo, en espera de su regreso, cada vez más irreconocible, cada vez más inhumano.

Por las tardes ya no miro al reloj, pues se me cae la cara de vergüenza al saber que he gastado el tiempo en vano, o al menos eso aparenta esa afirmación de que camino entre vivos que no se percatan de mi presencia. Creo que me he vuelto un fantasma, un fantasma con piel y huesos, una piltrafa por corazón que impide que caiga, que me obliga a andar sin más fe que la que logré rescatar de aquel naufragio esa noche lluviosa en la que sólo quería descansar, y solamente encontré su cuerpo yacente, sin una nota de despedida.

...Y entonces le dije: Sería adecuado que intentara contarte una bella historia… conversamos, nos amamos, el odio y la duda...