lunes, 27 de diciembre de 2010

Y qué más da

Que ya no era la “ídola” que había sido para él, menuda decepción. Que no lo podía creer, pero aún así la condenaba a los infiernos. Que el mito se estaba esparciendo como motas de polvo, y su palmarés perdiendo, sin ser tenido en cuenta. La mujer que maravilló a todos los amantes del atletismo pasa del edén al abismo en un día, y seguramente, después de muchas tardes relevantes en su historia y en la nuestra, esta será sin duda alguna la más recordada, y ni siquiera tuvo que ponerse su felpa mágica.


Duro y escabroso es el camino que conduce a la victoria, que al alza te llevan en volandas por los hitos del atletismo. Los aplausos a su llegada se acrecentaban, ella caía bien a los amantes, no importaba nacionalidad, ¿qué más da si era Marta la que hoy corría?

Currante, se fue otorgando un lugar en nuestros corazones. Cuando veíamos esa melena rubia en algún evento de cierta importancia nos paralizábamos. Sentía una adrenalina parecida a la vivida en mi estadio de fútbol, la situación se asemejaba a esos minutos finales donde nuestro equipo de toda la vida se jugaba lo crucial en ese preciso instante. Los alientos y resoplidos ya no eran tan sonoros, y los murmullos se apaciguaban hasta el cese, sólo se espera el estruendo formado por un sonido que marcara el comienzo, y qué comienzo.


Ella de primeras siempre intentaba buscar una posición cómoda que no la apartara mucho de la cabeza, se rumoreaba en el ambiente que era bastante perspicaz para eso. Con el rictus serio y sobrio, como sólo esas personas de Castilla son capaces de poner, iba avanzando sin dar motivo alguno de acongojo para los que deseaban su aclamación final. La distancia no era un problema, pues ella se aclimataba bien a lo que le echaran.

Y ha habido muchos finales, se ganó y se consiguieron logros muy importantes para el atletismo español. Otras veces se subió al segundo o tercer cajón, nadie es perfecto como diría aquel. E incluso hubo decepciones, caídas atroces como la sucedida en los últimos Olímpicos. Ese maldito último obstáculo, Marta. Aún recuerdo como te levantaste, miraste a los tuyos y sonreíste, como si un niño pillo se cae jugando con sus amigos y se quita todo atisbo de ridículo que pueda acontecer en el mismo instante. Luego tu entrevista, seguías risueña, sabías que habría más oportunidades. ¿La edad? Eso para ella era lo de menos.

Hace poco que declaró al salir del juzgado, y no mostró señal de agobio ni de enfado, atendió con esa sonrisa típica en ella, conocida de sobra por todos. Ahora lo mismo está en su casa igual de indignada que yo, preguntándose dónde coño está esa presunción de inocencia no sólo jurídica, sino también moral. Sin querer leer ningún periódico, la mayoría deportivos, que rajan sus enaguas y tiran al agua todos sus logros, como si ella no los mereciera por haber vendido (presuntamente) sustancias ilegales. Ya no eres nuestra “ídola” Marta, te has desfasado a ti misma, no nos interesas, porque prefiero creer lo que dice El Marca, que es tan verídico, a lo que tú aseguras. Qué importa tu primera medalla en el Europeo de Estocolmo en el 96, o tu primer oro en Viena en el 2002… Qué más da que no hace mucho te proclamaras la mejor del mundo… Eso ahora no es relevante para muchos, olvídalo.


Lo mismo la atleta está tan asombrada como “moi” del sensacionalismo que se está creando a costa de su persona, e incluso le repugna, claro que sí. Y si ella afirma que la guardia civil no encontró en su casa esas sustancias, sino que sólo tienen en su poder unas escuchas telefónicas, pero el Marca lo desmiente, ya seguro que hasta le entra sueño, porque la impotencia fue creada para los perdedores y cobardes, y tú no lo eres, Marta. Tú eres capaz de todo, una luchadora, demuéstralo.


Y cuando pasen los años, yo seguiré hablándo al desconocido que me pregunte de ella, al que no la haya visto correr esa felpa de color rojizo claro por las pistas de atletismo; al que no se haya plantado por unos minutos delante del televisor para sentir las pulsaciones a mil por hora; al que de una manera u otra no haya sentido esa sensación de victoria ajena…

Entonces cada uno juzgará, se declare culpable o no, quien fue Marta Domínguez.



lunes, 13 de diciembre de 2010

JE DÉTESTE

Detesto que me despierten; detesto no poder oír el sin fin de melodías que pongo en el móvil como despertador; detesto el día a día; detesto los saludos gratuitos; detesto las situaciones incómodas; detesto ser tímido en un principio; detesto la falta de originalidad; detesto las quejas y lamentaciones continuas; detesto mi incompatibilidad con las tecnologías; detesto el cierre de una puerta; detesto comer temprano; detesto las clases por la tarde; detesto el calor; detesto mi pereza; detesto a los indiferentes (del club de ni pinchar ni cortar); detesto a los paletos racistas; detesto las malas formas; detesto la coliflor; detesto el “no” a todo; detesto a los fúnebres; detesto la suciedad; detesto el mal olor; detesto las viejas que se cuelan en la cola del supermercado por creerse con más derechos; detesto a los conductores impávidos y flemáticos; detesto el café soluble; detesto las pashminas; detesto a los prepotentes que al oler su mierda creen estar en el edén; detesto a las personas que sólo leen Best seller; Detesto el grito y el no saber hablar en silencio; detesto el ron; detesto la pasividad al organizar un viaje; detesto que se olviden de mí; detesto que me salten; detesto que me infravaloren; detesto que no compitan; detesto las bromas a cada instante; detesto que no pueda tomarme en París ninguna pinta sin tener antes que consultar su precio; detesto la gente que sólo visiona películas objetivamente dantescas; detesto que me pidan opinión y luego no la tengan en cuenta; detesto que me expliquen sin conocimiento de causa; detesto a las personas que miran antes las soluciones para resolver un autodefinido; detesto conducir; desteto estudiar Derecho; detesto a los cort@s de mente; detesto esperar para coger un tren; detesto “las jibiedades”; detesto a los mosquitos; detesto a las personas que mandan callar; detesto al Sevilla FC; detesto a los chovinistas; detesto las faltas de ortografía; detesto la lluvia en forma de chirimiri; detesto la humedad; detesto la puntualidad; detesto mis manos cortadas por el frío; detesto la crema hidratante; detesto (en homenaje) las extremidades inferiores del cuerpo; detesto a la RAE y su omnipresencia; detesto ver como te marchas, pero al mismo tiempo me encanta ver como te vas; detesto los pedos ajenos; detesto que me feliciten los desconocidos; detesto que me regalen lo primero que pillen; detesto los sombreros; detesto que se me dirijan en imperativo; detesto dormir con alguien; detesto afeitarme; detesto a la gente borracha que no tiene don para hacerlo; detesto la incontinencia; detesto mi intolerancia; detesto a los curas acomodados; detesto a los funcionarios enchufados por su jeta; detesto a los vividores a costa de otros; detesto a los políticos sin carisma; detesto a los radicales; detesto a los irracionales; detesto a los memos que piensan que follar es lo único a descubrir en una mujer; detesto lo banal; detesto el golf; detesto a los monotemáticos; detesto la vida sedentaria; detesto mi ordenador; detesto a los que visten horrorosamente; detesto a los serviciales en demasía; detesto dormir con calcetines; detesto que el puré de patatas me quede líquido; detesto ver cucarachas; detesto la modalidad grill del horno que me achicharra siempre el pan; detesto el no tener aire condicionado; detesto a los religiosos exacerbados; detesto mal vivir; detesto a los abstemios; detesto a las gordas que se rozan contigo en los sitios concurridos, para luego recordarle a sus amigas lo guarros que son los tíos; detesto a los que detestan la televisión cuando luego son los que primero la encienden; detesto dormir sin radio; detesto que se quejen que ronco; detesto los auriculares; detesto el cine español y a la ministra que lo abandera; detesto que anden con zapatos por casa; detesto los vasos colocados en el borde de la mesa; detesto los mazapanes; detesto ver como dibujan enormes falos con todo lujo de detalles; detesto la imaginación y pensamiento que muchas veces se queda en refugio de cualquier tipo de expresión; detesto no dar el primer paso; detesto que me manden callar; detesto toda conversión; detesto la derrota; detesto a los que saben perder sin tomárselo mal; detesto la mayoría de series televisivas de moda de las que todo el mundo habla; detesto a los cobardes; detesto la miseria y la burla; detesto que no me deteste mi enemigo; detesto a “los charlies” y probablemente también a algunos franceses; detesto planchar camisas; detesto a todas las señoritas que aseguran que George Clooney no les encanta; detesto a los encasilladores; detesto que no me den una oportunidad; detesto a los carentes de cultura mínima; detesto a los hombres que odian el fútbol; detesto las noches de insomnio; detesto a Colin Farrell; detesto la música de las discotecas; detesto a la amiga fea que siempre va acompañando; detesto las parejas descompensadas; detesto tener que levantarme a llenar mi botella de agua cuando ya estoy sentado; detesto hablar con una tía durante una noche para absolutamente nada; detesto tener que quedar con esa algún que otro día; detesto no atreverme a hacerlo; detesto hablar por teléfono; detesto que me acribillen a mails; detesto estar sobrio de noche; detesto mi falta de confianza; detesto tener que acabar con esto; detesto no recordar para detestar aún más.