¿Y quién es él? ¿A qué dedica el tiempo libre que le queda después de poner a todo el mundo como los trapos desde su radio oficial del club, que ahora el gachó va de micrófono de Queipo de Llano? ¿Quién va a ser él? El matatías que se tiñe con cánfor amarrón, que es peor gente todavía de lo que nadie puede imaginar, muy peligroso, berrendo en Chicago años 30, y lo vengo sosteniendo hace lustros, cuando todos lo aplaudían, y a lo que le levantó al buenazo de José Manuel Soto la otra noche en «El Larguero» me remito. El que hace 17 años que viene roneando de que salvó al Betis en 1992. Cómo sería aquel gran embuste, que ahora tenemos que salvar al Betis de su salvador. Suena el cante de Manolo Caracol desde su bronce de la Alameda: «Quien te puso Salvaora,/qué poco te conocía,/el que de ti se enamora/se pierde pá toa la vía».
Esto es tan sevillano como El Salvador. Como la iglesia del Salvador. Aquí el palangana Joaquín Moeckel tocó a rebato porque Sevilla tenía que restaurar El Salvador, que se caía a trozos. Ahora ha tenido que salir un Moeckel colectivo y verderón, la sociedad civil de las trece barras, para tocar a rebato y decirnos que el Salvador del Betis lo ha dejado caer a trozos. Este tío ha dejado al Betis peor que las tanquetas de los italianos dejaron el campo de Heliópolis cuando la guerra. Al Salvador hay que hacerle la carrera del señorito, para restaurar la dignidad ética y estética del Glorioso.
La sociedad civil bética. Dicen que en Sevilla no hay sociedad civil. Ya sé por qué: porque toda está en el Betis. El beticismo es una forma de poderosa vertebración, que diría el bético Pepe Borbolla. Ha tenido el Betis que convertir a la Segunda en División de Honor para que nos demos cuenta de que el beticismo es como el cariño verdadero, que ni se compra ni se vende.
A los que somos béticos por razones estéticas y sentimentales nos gustaría decir a nuestros correligionarios lo que proclama el himno de Andalucía: «Los béticos queremos volver a ser lo que fuimos». Lo que fuimos antes de 1992. Muchos cayeron en la trampa de creer que nada existía antes de la llegada del Salvador que nos hundió al Betis, que por mucho dinero que moviera, lo descapitalizó de sentimientos. Vuelve la historia que borró el fascismo totalitario y borreguil de «lo que diga Donmanué». En el manifiesto del «Yo voy, Betis» vuelve a haber lo que nunca debió faltarle al Glorioso: Lírica y Libertad. Mira qué bonito, hijo: «Recuperar el Betis mágico, diferente, extraordinario. El Betis ciudad y río, historia y presente, Híspalis y Bética, verde y blanco, del pueblo y de la realeza, de los sevillanos aquí nacidos y de los de adopción, el Betis andaluz y universal, el Betis de la Champions y de los bocatas de tortilla, los Campeones de Copa y los de las rifas, el Betis del manquepierda, el Betis del mucho Betis. Recuperar, en fin, la alegría de ser bético.»
Óle ahí. Porque tú le quitas al Betis la lírica y la libertad y se te queda en Lopera, que es lo que ha pasado aquí. Claro que en el «Yo voy», el problema es el verbo. Conjuguemos el verbo «ir»: yo voy, tú vas, nosotros vamos. Pero no es lo mismo «ir» que «irse». El que no conjuga el verbo «ir» ni quemado es el de la calle Jabugo. Yo voy, Betis, pero él no se va. Él ahora dice que quiere hacer el Real Madrid del Mojón: adiós, Florentinopérez de los 20 duros...
El beticismo se ha puesto en pie, y al elegir la fecha del 15-J nos ha devuelto ya el orgullo y la dignidad, la lírica y la libertad. La calle Jabugo, como saben, era de chopepor. El usurpador del Betis convirtió las trece barras en trece barras de chopepor para comerciar con ellas. Ahora volvemos al beticismo de pata negra. La misma fecha nos dice cómo son los sentimientos béticos: no de 5, sino de 15 jotas.
Antonio Burgos.
Reunión de pastores...
Hace 11 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario