lunes, 28 de marzo de 2011

VIDA


Cuando la muerte ronda por el ambiente, la sientes, la hueles, la puedes tocar, y en algunos casos hasta se deja ver. La muerte se esconde a lo largo de la vida, a veces aparece lentamente, y otras te sorprende. La muerte es la novia de la soledad, amiga del frío, y familiar del abismo. La muerte es el final que tantos tachan de ambiguo, que ninguno entiende en su juventud, y que nadie quiere mencionar no vaya a ser que la tome con ellos.

La muerte siempre vive en el recuerdo, te acompaña en cada sueño de noche cuando yaces en la cama, reflejando tus pensamientos en la oscuridad donde se camufla de manera hábil. La muerte es enemiga de la justicia universal, no guarda ningún respeto por nadie ni entiende de prioridades. La muerte, la primera zorra del mundo existente, es anterior incluso a la vida, es caprichosa cuando se le antoja y arrebatadora como la que más.

La muerte es el fin, la última despedida del hombre, demasiado respetada por ellos, visionada como algo antinatural, extraña para los ojos del que no la ha sentido. La muerte es irracional e incoherente, sorpresa para el que no la espera. Es poco comprensiva pues no atiende a edades. La muerte es la mejor aliada de la guerra, de los tiempos en cólera, e incluso del estado más banal.

La muerte convertida en saco, en polvo, en viento, en energía cargada, en ilusiones rotas, en personas afligidas... La muerte es buscada en las desesperaciones, en las miserias... muerte convertida en suicidio, en atracción fatal, en el morbo hacia la pieles morenas y el pelo negro.

La muerte convertida en aquella mujer indecente de la que nunca querrías escuchar un sí, esa fémina prohibida para los mortales, esa que nadie quiere ni se atreve a conquistar. Es una seductora para los vivos, madre de la historia, cazadora de sueños y atrapadora de hombres.

La muerte como condena y redención, como castigo y expiación, como sufrimiento y salvación. En el estado aletargado se encuentra presente, así como en los días lluviosos. En las estrellas rutilantes de verano, donde deja constancia de su afán de protagonismo omnipresente. En las tardes de primavera, donde las flores la aguardan en forma de belleza.

La muerte como el mayor de los suspenses del raciocinio humano, donde muchos tienen el consuelo de no atemorizarse por una fe posterior. Muertes que nunca serán suficientes para darnos cuenta de que ya han sido demasiadas. Muerte como la quimera a la vida, aclamada en forma de voz negra.

Muerte como vecina de al lado a la que observar por la ventana. Muerte como sueño y olvido, como la pérdida de costumbre a vivir, como la primera que elimina el sentido de un ser, como conciencia al asumir la soledad, como el encierre en un habitáculo, como pasear acompañado, como pasión desenfrenada, como coger una mano, como dar un beso, como sentirte amado...

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