viernes, 29 de abril de 2011

NOCHES

Qué pasará en aquellos momentos dónde el sol se esconde, o dónde la oscuridad hace mella. Un instante de sosiego, aquel que empieza con una puesta y acaba con el alba, donde las puertas de la verdad se entreabren, donde el cantar de los grillos aparece, y el caminar de frente va haciéndose paso quedamente hasta llegar a tus entrañas. Es la oportunidad de la noche.

Noches que se acumulan sin parar en una primavera, y noches que me hacen estar de nuevo a tu vera. Una luz que brilla en las noches opacas, y un atisbo de gloria que busca el triunfo de un dormir plácido, sabiendo que te conquisté de nuevo una noche más. No hacen falta más miradas que las consagradas, ni más palabras que las sabidas, ambos éramos conscientes de la veracidad de nuestros actos. Tú te movías con garbo y descaro, aunque a la vez se te notaba cierta pasión. En cambio yo, cada vez tenía menos cuartadas, mi disimulo se iba borrando de mi propia existencia, y me vine acordando de lo que fui y tal… Era un tipejo nuevo, y mis palos de ciego me iban delatando como hombre que siente y padece, no quería saber más de mi otro yo.

Y las noches que te deseaba sin tenerte cerca, y los instantes fuera de tus planes que me enajenaban una y otra vez, no podía dejar de pensar y la cabeza me estaba torturando. Un suspiro que se eleva por cada sendero que veo factible, y una vida llena de una nada renombrada. ¿Qué hago? ¿De qué vivo? ¿Cómo se hace? Explícamelo, sé paciente con el discípulo que vino a aprender, no me tengas en cuenta toda razón ilógica, hay ocasiones que expiro demasiado.

Tú tenme sin medida alguna, y haz que florezca la nada que me aguarda. Bajo las noches en tu tutela avanzo, y de testigos serán las estrellas que marcan el camino de la aclamación. Noches cerradas por la niebla turbia convertida en amarga discordia. Una noche tan fugaz como el falso tiempo que pasa siempre corriendo, y una sobriedad a destacar por la inocencia de unos jóvenes que se transmiten.

Las noches frías de invierno que calan los cuerpos, donde paso las horas en el ventanal fumando el cigarro bajo la calicha propia del temporal, anhelando un recuerdo. Una noche más evitando no dormir solo en la guarida, sin que nadie acaricie mi espalda o me sople la cara al hablarme de cerca.

Noches hurañas, sin cariño alguno donde mi vida vacía reconcome el trasfondo de mi alma, donde pretendo pasar de la embriaguez al exceso. Quiero dejar de interpretar mi mundo y transformarlo. Una luz vigorosa ilumina una lágrima vidriosa que caía muy lentamente, y un castigo por todos esos años de engreimiento, cuando al final resulta que era más mortal que todos.

Noches de silencio donde los silencios tienen nombre; noches en las que he dormido plácidamente; noches obtusas de complejidad máxima; noches en las que me despierto de un sobresalto; noches de escritura y lectura promovidas por la inspiración; noches bajo la atenta mirada de unos ojos que si pierden en la oscuridad; noches de radio a todo volumen, buscando el entretenimiento que me haga soñar; noches vacías y sin ruido, esas que tanto me incomodan, donde me retuerzo en el catre como si estuvieses haciendo vudú conmigo; noches de desconcierto donde deseo que pronto llegue el día para olvidar y de nuevo hacer la nada de siempre; noches de detalles regalados por nimios que fueran… y en realidad suponían un mundo en el recuerdo. Acuérdate de mí, no me dejes en el olvido, si me faltó algún detalle dígamelo ahora, y si algún día le hago creer que no me importa… ni le dé la más mínima importancia.

¿Cómo puede ser que lleve tantos años haciéndome la misma pregunta y no sé contestar de otra? Como un borracho me ladeo por las cinturas de una calle estrecha. Huelo a whisky del barato, y mi barba desaliñada no se va desde hace días. Una vida llena de nada, sin miramientos marcados, ni objetivos a la vista… fuiste mostrándome el camino de la sonrisa y la de transformar una utopía en realidad.

¿Cómo puede ser que no haga nada? Has marcado la línea que separa el eje inflexivo, tan fuerte como una bofetada que me arrea al piso, y de igual manera tomas mi mano y me ayudas en la incorporación.

No dejes nunca de mirarme ni de tenerme, no te hagas la tonta, sé consecuente, aprendo de mis errores que son los aciertos tuyos. Apóyate en mi hombro y déjame tocarte y olerte durante unos pocos minutos, no pido más… Y antes de que te vayas, no te olvides de darme un beso.

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