martes, 19 de abril de 2011

VISIONÉ LO DIVINO


Yo he visto a Dios… Y habrá quién me diga que debo estar tarumba entero pero así son las cosas y así se las cuento, que cada uno se quede con la veracidad que le interese.

Yo he visto a Dios… en las manos de los hombres, en una mirada sincera, en un momento de complicidad, en la bondad gratuita, en el querer involuntario, en una ayuda desinteresada, en unas lágrimas sentidas, en la risa de los niños donde se hace la mañana.

Yo he visto a Dios… en el zaguán de una casa, en un viaje soñado, en un futuro incierto, en los aires calurosos de mayo, en una vida para contar, en la soledad, en la muerte, en el amor que siento, en el afecto que recibo, en un atisbo de felicidad.

Yo he visto a Dios… lo veo todos los días pasando por mis calles, en una creencia ciega, en aquel que no pregunta nunca, jugando con los niños, en misioneros valientes, pasar a lo largo de una semana que cuenta el tiempo al revés.

Yo he visto a Dios… en unos padres que no reniegan de sus hijos, en los hijos que se entregan por sus viejos, en una puesta de sol en el mar, en la claridad de la mañana, en el derrame de la tarde, y en la magia de una noche silenciosa donde tantas cosas se hablan.

Y si ustedes no me creen, quítense la venda de los ojos y compruébenlo en el día a día de un barrio de miserias. Pasen y vean los aquí presentes, no le tengan vértigo a una fe, ni presten la menor atención a aquellos que les envidien de forma insana.

Dios no está… en las manos negras e indecentes de unos indeseables, ni tampoco está en los clérigos depravados que se justifican si le adoran, y que mataron en nombre de una Iglesia corrompida por el exceso de capitalismo y echó una calderilla, ridícula limosna, a esos tercermundistas solamente para callar algunas voces de protesta.

Dios es mucho más… que la pulcritud de una paloma, que una figura de madera representada, que las nimiedades que nos cuenta La Biblia, que un diluvio infrahumano, que una catástrofe natural, que la pelea de dos hermanos, que las propias obras divinas.

¿Para qué quiero milagros si la realidad ya me va bien? Yo he visto hacer milagros terrenales, y ¿para qué quiero ver curar a un cojo? Si cuando más falta hace siento que está omnipresente. El fenómeno no es convertir agua en vino, la maravilla es dejarse la vida por los que no viven, y plantar cara al rostro del miedo.

Dios, si algún día tú te aburres ya sabes donde vivo. Y seguirán apareciendo esos inteligentes que se rían de “moi” y no me respeten por una creencia que según ellos se basa en el miedo a la muerte.

Yo he visto a Dios… en los esfuerzos de una madre, en la sonrisa de una novia, en el olor de una mujer, en el pensamiento obtuso femenino, en los caminar acompañado porque sí, en el reencuentro para volver a verla, en una mirada de satisfacción hacia detrás, en la vida misma y no en otra más allá de lo mundano.

“Y si en el mismo día en el que muera, me diera cuenta de que en realidad tú no existieras, la misma fe que muchos tirarían… si me hizo ser feliz toda mi vida… ya habrá valido la pena”


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