lunes, 23 de marzo de 2009

AL COMPÁS DE LA CERA LLORA.


No hay época al año que me una más a mi querida tierra natal que la semana maravillosa que está a punto de llegar. Así de rotundo empiezo este texto hoy, sin dilataciones, ni rodeos, siempre de frente.
Quizás es ahora, en estos escritos próximos, donde me deje llevar absolutamente por mis sentimientos y escriba y/o transcriba más con el alma que con la lógica razón.

Quedan sólo catorce días para el Domingo de Ramos, mi día predilecto de la Semana Santa de Sevilla. Sí, mi hermandad, a la que pertenezco desde niño, realiza su estación de penitencia esa mágica fecha y yo con ella por supuesto, mientras pueda. Aunque si bien es verdad, lo extraordinario de esos momentos son los previos, sin duda. La cuaresma donde se respira incienso y azahar única y exclusivamente. El montaje de los pasos y sus enseres, la limpieza anterior para dicha preparación, las tertulias sobre las anécdotas y vivencias pasadas, los nervios incrementados a medida que la fecha se aproxima y como nos íbamos a olvidar del tiempo loco de primavera, de esa meteorología que nos trae por la calle de la amargura y desprestigian a los mejores entendidos en estos casos.
Todo ese compendio es mi Semana Santa, después del mejor Domingo del año, ya cuento cuantos días faltan para el próximo y aunque la Semana sólo acaba de empezar, lo mejor ya se fue, siempre con fineza, con buen andar, con elegancia y SIEMPRE, SIEMPRE DE FRENTE.


O buscará la de San Roque, rodeada de contrastes maravillosos, a esa hora que en el "paso" de la Santísima Virgen de Gracia y Esperanza:

A compás la cera llora
porque viene de regreso,
quedando en el aire preso
todo grito que le implora.


La luz el rostro le dora
dibujándolo en sonrisas
y al dejar Caballerizas
los blancos muros rozando,
una voz le va cantando
al son de los guardabrisas.


Y después:
cuando sigue caminado
bajo estrellas cristalinas,
a compás las bambalinas
sin querer van redoblando;
también la va acompañando,
la luna clara, el lucero,
la oración del nazareno,
una saeta gitana,
y un repique de campana
sin que toque el campanero.

Pregón de Semana Santa, Don Antonio Rodríguez Buzón, Sevilla 1956
(Versos dedicados a la Virgen de Gracia y Esperanza, Hdad. San Roque).








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