lunes, 16 de marzo de 2009

NAUFRAGANDO POR EL INFRAMUNDO.


Llegando a unos de esos días tristes sin sentido alguno, uno mismo se plantea el por qué de su existencia, cuál es el fin o la meta a realizar. La meta, ¿habrá sido impuesta por un ser superior?, o ¿por nosotros mismos desde nuestra lógica innata al nacer?, en definitiva hay brotando un sin fin de preguntas sin respuestas en nuestra razón, que no dejan a nadie descansar en armonía. Y es que hoy en día muchos volvemos a ese tremendo debate: qué quiero ser de mayor, qué he venido a hacer en este mundo.

En esos momentos de soledades, de tristezas, de nostalgias, hay tantas dudas abrumadoras rondándome que me producen los más tremendos sin sentidos, y es ahí cuando las personas han de dar un paso al frente, de no acobardarse, de no mirar atrás y querer volver a ser niños, de echarle valor, porque son en esos momentos de baja moral donde hay que avanzar pese estar boca a boca con la lona, como sí de un combate de boxeo se tratara.

¿Pero cómo quitarnos los miedos?, cómo hacer borrón y hacer de mi vida un palimpsesto, escribiendo de nuevo sobre sucesos pasados y sufridos, cómo en tan pocas décimas de tiempo puedo remontarme a mí mismo y luchar, aguantar, en ese implacable combate de nuestra vida. Y entonces lo único que se me ocurre es encenderme un cigarrillo que ilumine mis entristecidas sombras, que haya un rayo de luz, un rayo de esperanza y me desquite de todo ese mundo, del insomnio. Quizás hice algo malo en otra vida que no me deja vivir, y si no cumplí la condena íntegra en esa vida, pues en esta la cumplo con ese maldito insomnio. Quizás por eso mis mañanas son grises, lluviosas, encapotadas, o quizás por eso al bajarme de mi cama siempre se me olvida bajar con el pie derecho y lo hago con el contrario, provocándome desagrados tempraneros constantes. Hay tantas suposiciones o quizás o casualidades que no consigo acordarme bien de todas ellas con exactitud. Quizás también le tengo pavor a esos quizás y no quiero, y sigo sin querer enfrentarme a ellos, prefiriendo esos sin sentidos por no descubrir la rotunda verdad aristotélica.

Sigo cavilando pero no llego a puerto, ni veo tierra alguna, siempre se muestra ante mí el mismo infinito formado por grandes océanos, unas veces en calma, otras revuelto, pero de una manera u otra voy naufragando perennemente por el inframundo. Quizás en esa vida anterior, nadie colocó el óbolo sobre mis ojos para pagar al barquero Caronte, lo cual voy recorriendo eternamente la costa y nunca llego a la orilla del guardián Cerbero. Unos días mis retinas visionan los campos elíseos, otros las islas de los bienaventurados, pero los peores ratos me vienen cuando visito la morada de Hades, morada de los muertos.

Una y otra vez me viene esa sensación, los largos caminos, las caídas a un vacío sin fondo, el laberinto lleno de espejos por todos lados, siempre están presentes en mí y no conozco mejor compañía que estos. Mi perdición es tan inmensa que no consigo salir de aquellos lugares en los que un día me introduje sin que mi razón se percatara, y mi miseria alcanzada es tal, que la duda más grande que me llego a plantear es si de verdad soy un vivo, o por el contrario soy un espectro condenado a vagar por la eternidad de las sombras de mi propio purgatorio y que no sale del mismo estado inerte de siempre.

Quizás un día encuentre esa respuesta tan deseada como odiada, o quizás no………….,mientras seguiré aquí sin esperar que nadie llore en mi ausencia, pues ya no siento nada y mi alma hace tiempo que me abandonó a esa bendita o maldita suerte.

3 comentarios:

  1. ¡Hola, lo cual!

    Quiero aprovechar este momento para celebrar, si esto es así, la amistad que me demuestras.

    El deber de la gratitud, me obliga, gratitud que arraiga en tierras firmes y que intento expresar con estas palabras que voy esbozando. Mi querido amigo, como en su día dijo aquél, de bien nacidos es demostrar efusivamente los beneficios que recibimos y hablar de ello no sólo cuando tú me oyes, sino en todas partes.

    Y es que después de un tiempo, una aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma. Una aprende a escuchar en todas direcciones y deja que la esencia de los astros, del universo en sí, se filtre por su ser. Esta es la sabiduría de los años. No la de las cosas, sino la de saber mirar las cosas y entender el sentido de la propia vida. Si lo que encendió nuestro corazón se mantiene vivo, se conservará vivificado y enriquecido y nuestra esencia se hará más profunda y extensa. Y, entre esas cosas, entre nuestra esencia, está el ser agradecida. Y es la intensidad de mi agradecimiento, por todo lo que en estas noches me has dado, la que yo hubiera querido expresar con palabras mejores de la que he sido capaz de convocar. Muchas gracias mi querido e insomne amigo.

    UN SALUDO. Maríe.
    Ps.:Si que lo pasas tú mal con el insomnio eh!Interesante, oscuro e inquietante escrito.No quiero no quiero no quiero ;-P

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  2. El sentimiento de agradecimiento es recíproco. Buenas y hermosas palabras, no creo que se pudiera convocar mejores palabras cuando se escribe con el alma y desde la verdad.

    Has conseguido varias veces hacerme vibrar y emocionarme, y con esto último no has hecho menos, MIL GRACIAS.

    PS: y del texto tienes algo más que cometar?, me gustaría conocer tus impresiones.

    UN BESO, AMIGA.

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  3. Alguna faltilla veo por ahí, William. Ya sé que fueron las prisas y no tú. Sigue así, progresas adecuadamente. Tienes mensaje en la botella.

    Un saludo. No tengo conductor esta noche.

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